EL TAMAÑO DE UNA PERSONA

Cuando encuentro entradas de otros blog que me impresionan, me motivan, sabéis que os las pongo para que también podáis disfrutar como yo.

En esta ocasión tenéis esta maravilla sobre lo que hace grande o pequeña de verdad a una persona. Un texto bello y lleno de contenido.

Del blog EL AMBIGÚ DEL YOGA:

EL TAMAÑO DE UNA PERSONA

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BUSCAR UNA SABIDURÍA INTERNA

Empoderarse personalmente implica, en primer lugar, entender que si queremos algo mejor para nosotros, debemos propiciarlo.

Esta frase la he sacado de este artículo escrito por una psicóloga Vivir en plenitud, empoderarse

Somos responsables de quienes y como somos, de orientarnos a ser en lugar de orientarnos a la acción, a hacer. No todos se atreven a tener tiempo para no hacer nada, pararse ante el espejo interior y examinar que contiene. El miedo a uno mismo es el mayor de todos los miedos, el más paralizante y el más inútil. La introspección es una tradición de religiones antiguas y de religiones orientales.

Los occidentales en general caen en extremos:

– O no se atreven, niegan la trascendencia, aman el dinero, huyen hacia delante, buscan el éxito ante los demás, no se implican con otras personas a través de afectos y viven superficialmente,

– O meditan sin cesar, comienzan a tener dietas extravagantes, no toleran a quienes no son como ellos, rechazan la medicina contrastada científicamente para usar alternativas peligrosas que llaman naturales, son conspiranoicos.

¿Qué es empoderarse para bien? Es BUSCAR una sabiduría interna que te dice quien o qué eres, qué son los demás, qué es la vida. Buscar porque ¡quién sepa esas cosas levante la mano!: No lo sabemos nadie, el ser no, las circunstancias son otra cosa.

El sentido común, el justo medio, el equilibrio ¿dónde están?

¿Te gustas? ¿Tienes claros tus objetivos vitales? ¿Trabajas en pos de ellos viviendo el momento presente a la vez? Porque la televisión se ha apagado sola, así es la tecnología de hoy. El aire acondicionado suena como un vientecillo mientras la fuente artificial deja en el aire el sonido de agua cayendo. Cada vez que intento tocar la letra a en este teclado virtual se me va el dedo y en lugar de ella aparecen las mayúsculas. Los pájaros y los perros están en silencio absoluto y estoy sola, no hay más personas. En el sofá mi postura es inadecuada pero a mi cuerpo le gusta. Hay mucho desorden, el bajo eléctrico está en el otro sofá y es bonito. Entra algún WhatsApp en el teléfono móvil, suena como cuando va a hablar alguien en un aeropuerto, dindondin dindondin. Ya los leeré, mi presente es escribir una entrada en mi blog personal.

¿Me gusto? Sí, rotundamente sí. Porque no soy una persona vulgar, sé distinguir la información de la opinión, razono mis ideas y si me razonan bien otras, las cambio. No tolero a los intolerantes y tolero a los tolerantes. No soy políticamente correcta ni fácil de manipular. Puedo conversar con el más anciano y el más niño que sepa hablar. Me paro en los paisajes, no tengo prisa, amo, me dejo querer. Protesto a veces, gratifico siempre, adoro mi enorme sensibilidad aún cuando me duele. Siempre me levanto después de caer, aunque tarde un tiempo. Acepto mis muchas limitaciones, mis achaques físicos, mi profesión, mi estado de no poder trabajar.

Sí, rotundamente sí me gusto porque no soy perfecta, porque no miro por encima del hombro, porque si me dicen que algo es mi obligación no lo hago a ver qué pasa. Porque llegué tarde a todo y me dió tiempo, porque me la jugué cuando tenía que hacerlo y no siempre salió bien, porque no aprendo a ser dura y no echo venganzas de unos en otros.

¿Tengo claros mis objetivos vitales? Sí, también. Vivir el mayor tiempo posible feliz y rodeada de felices porque les doy cariño, sin límites. Me deshago de la gente tóxica en cuanto me doy cuenta, no tengo más que una cara siempre, sin máscaras. Ser feliz y tener unos principios y creencias sólidos, míos, sin importarme modas o si alguien los comparte conmigo. No depender, que me costó un largo aprendizaje y feas cicatrices. Tener paz, tranquilidad, sonreír, abrazar, apoyar, acompañar.

¿Trabajo en pos de ellos viviendo el momento presente a la vez? A ratos, ojalá, lo intento, puedo mejorar, meto mucho la pata, me siento incomprendida, pongo expectativas fuera (craso error). No estoy contenta en esta parte aún con buena autoestima e incidir en ganar empoderamiento.

Repito la pregunta: El sentido común, el justo medio, el equilibrio ¿dónde están?

Pregúntenle al planeta, a las masas de humanos, a ustedes mismos cuando miran arriba de noche y ven miles de estrellas, a un recien nacido, a su pareja. Y si obtienen una buena respuesta dénmela, porque yo ni remotamente me acerco a saberlo.

02:30 AM. Buenas noches, Radio Sueños emitiendo «Pasaje a la noche», donde entre canciones recibimos vuestras llamadas. Empezamos con Omara Portuondo y Vieja luna.

LOS LOCOS VAMOS PERDIENDO ESTRELLAS AL CAMINAR…

Cuando los locos sean valorados como los mejores, por su inocencia pueril, esta vida en un planeta perdido en un Universo cualquiera dejará de estar lleno de miles de millones de soledades.

Las personas no somos nada importante y hasta algo que no ven nuestros torpes ojos, cualquier virus, se empecina en que alcancemos esa comprensión. Si se cree que muere quien tiene su carne pudriéndose, no está yendo más allá de lo que los sentidos, limitadísimos como este cerebro nuestro pequeño y gregario, enseñan.

No somos eso, que contagia mierda hasta después de ser inerte. Ese traje prestado que es tenido como lo más importante. El valor real de lo perecedero es cero y trae la soledad, rompe lo eterno del amor y las cosas que nunca acaban. Lo que siento y digo no lo dice mi cuerpo porque soy más, soy fantasía, honradez, sinceridad, prudencia, soy tiempo sin fin.

Esa rabia contra la falta de individualidad en las masas, contra la persecución a las mentes libres, hace estrofas de canciones gritadas desde el alma: «Tendría que llorar o salir a matar…»

A veces hablamos y otras callamos, ¡ay, los locos!. Somos esas gentes que siempre tenemos la soledad por eterna compañera, sensibles en exceso para esperar que las promesas se cumplan, que el vacío se llene de algo más que aire cuando hay palabras dadas. Somos amantes hasta la extenuación en un lugar donde no cabemos del todo.

Unos poetas, otros pintores o músicos, algunos sin ni siquiera arte alguno, otros incapacitados por el criterio de los otros y por nuestro deseo de hacer cuando solamente tenemos que ser. En ese terreno ganamos, no tenemos filtro, somos y por ser hemos perdido todas las máscaras, salimos a la calle sin ninguna y nos señalan quienes las tienen. Khalil Gibran lo escribió bien y, si no lo recordáis, leed la primera historia de su libro «El loco».

Somos los que vemos el elefante dentro de la serpiente en el dibujo de El Principito. ¿Porqué no ves un sombrero como todos? No puedo, ya no, porque los locos no son los que alucinan, no son enfermos, sólo son diferentes, incomprendidos y sí, confiados donde los otros ven oportunidades de engañar, traicionar, hacerse dueños de nuestros anhelos bellos para olvidarlos a continuación. Los sueños son nuestras certezas, el eco de la música, la paz de una habitación donde escondernos de todo, los detalles mínimos…

Los locos vamos perdiendo estrellas al caminar, acumulando risas ajenas, ensordecidos por el ruido vulgar, con una maleta llena del pasado que nos construyó y no queremos vaciar, nos haga sonreir o poner muecas de dolor: Confeti, gritos, luz de luna, lágrimas, caricias, golpes, logros, traspiés, bueno y malo. Todo sirve.

Tropezamos en la misma piedra, no porque no aprendamos, sino porque somos niños siempre, tengamos la edad que tengamos, por aquello de que el hábito no hace al monje y la edad no se lleva nuestra forma de ser. Nacemos, crecemos, vivimos con lo que otros, los que encajan en este lugar pequeño del Universo, llaman locura. ¡Ay, los locos! Que nos dejen serlo para trascender la mediocridad tan extendida.

Si no nos entienden solamente nos hace perder algo material, que nos mete contra nuestra voluntad en ratos de cordura. Nos intentan robar las nuevas máscaras construidas para pasar desapercibidos entre ellos, no aguantamos tantas miradas lúcidas ni tanta falsedad disfrazada y necesitamos descansos. Sentimos ecos de lo perdido, porque el olvido entra y sale en el paradógico caos lleno de órden del Universo. La esperanza es la confianza del loco, el presente, porque el futuro… no existe. Dame hoy una sonrisa y una verdad, a la vez, sin separarlas.

Nota para entender la canción: «Piantao» es un término que significa «enajenado», «loco».

Y como toda innovación creativa, loca, genial, esta canción fue abucheada en su estreno por los que no tienen la fortuna de ser locos.

Pobrecitos esos tan normales que tienen que clasificar y encorsetar o, si no lo hacen, son ellos los que están perdidos.

Cuadro «Balada para un loco» de Alicia Toscano

HOJAS EN EL SUELO

Hoy no las veo, no he salido. En la calle de mi balcón no hay árboles. El sol pasa más bajo, no sé calcular las horas. Tocaron el reloj y desajustaron mi equilibrio, ese tan frágil de ánimo… ¿qué hora será? Va a poco el día, crece la noche y caen continuamente las hojas. Hoja perenne o caduca, caen, baja la vitalidad de la naturaleza.

Me levanto cansada, oigo «me hago mayor» cuando no es cierto, son hojas caídas también dentro de nosotros, de las almas y los cuerpos. Sé que es otoño, extrañamente cálido y pandémico este año. Interactúo sin querer con esta estación sin remedio porque el tren de la vida está hoy en ella. En estas latitudes es así el eterno giro del año.

Hay lugares sin estaciones y no sé cómo sienten el devenir de los meses. Pero aquí… hay otoño, hay hojas en el suelo… y sin ganas esbozo una sonrisa pensando que pasará una vez más y quedará atrás.

Cambios estacionales y estado de ánimo