Acabo de leer un artículo interesante. Sabiendo que esta enfermedad afecta a la atención y la memoria en los casos crónicos o con muchos episodios, habla de la percepción del enfermo.
Estudio
Es curioso que el estado de ánimo, el síntoma que más conocen de la depresión las personas en general, afecte a la inversa a como percibe el enfermo sus problemas cognitivos.
Cualquiera pensaría que, viendo el mundo desde un estado triste y sin alicientes, la persona se vería peor en todo. La autoestima es más baja. Pues realmente se acercan a saber su estado real.
Cuando el enfermo recupera su estado de ánimo normal, al igual que cualquiera, espera la recuperación completa de todo lo que le ocurre. Y así es en los primeros episodios, tras unos meses de depresión.
El enfermo depresivo de larga evolución sin embargo no recupera su función cognitiva completamente y, cuando no tiene la sintomatología grave de la enfermedad, cree que las recupera más de la realidad. Si está en una crisis su menor problema es si su atención o memoria están bien o mal. Si no está en crisis no se ve claramente a sí mismo, quiere ir más allá de sus posibilidades.
Los profesionales suelen aconsejar no mirar hacia cómo se era antes de enfermar y es un consejo sabio a tener en cuenta. ¿Para qué ponerse metas perfeccionistas e irreales? Un enfermo que se exija a sí mismo por encima de sus posibilidades está mas predispuesto a tener una recaída.
Cada enfermo es un mundo, es diferente. Lo importante es optimizar sin pasarse y sin no llegar. Una vez recuperado el ánimo normal el resto hay que verlo con tranquilidad, saber donde están los límites personales y hacer con ellos lo que se pueda. Creerse más sano de lo real hace autoexigirse demasiado. Si la vida es algo más caótica, si se cansa más con las mismas actividades, si le cuesta llevar sus iniciativas con constancia, hay tres actitudes posibles:
– Querer ser sano, no aceptar los límites, la negación, esforzarse hasta tener una mayor percepción de discapacidad y acabar recayendo porque no se puede. Parece ser lo frecuente en los depresivos con síntomas afectivos en remisión.
– Demorar, la conocida como procrastinación, porque ya que hay que esforzarse tanto la inhibición aparece. No hacer nada evita ver las limitaciones pero aisla socialmente y también predispone a la recaída.
– La aceptación de la enfermedad, no es necesario estar al 100% para ser feliz. Medir el esfuerzo desde el autoconocimiento. Rodearse de personas positivas y comprensivas, que puedan entender cómo apoyar y estimular al enfermo para que se mueva en el justo medio. Se pueden hacer cosas, muchas cosas, pero al paso adecuado y si hacen falta descansos tomarlos. No agobiarse mejora la ansiedad y esto a su vez mejora el rendimiento. Si se llega al 80% porque ahí está el límite perfecto, si al 50% por lo mismo igual de perfecto. Habrá quien podrá trabajar, quien no, quien sea autosuficiente, quien no. Si se ha hecho lo posible con la medida justa es un logro. Cualquier persona que sepa llevar con sensatez una enfermedad grave, seguir un tratamiento adecuado, resistir los problemas de la estigmatización, pedir y aceptar ayuda, echarle una sonrisa a un demonio (en el sentido de lo duras que son) es un valiente y es muy fuerte.
A las personas sanas habría que decirles que no tengan miedo de tener un enfermo en su vida, porque no van a sufrir más como muchos ignorantes creen. Lo que van es a aprender a vivir más intensamente, a ser más valientes y da igual si el enfermo es físico o mental, no hay tanta diferencia. Las etiquetas las ponemos los médicos para aclararnos, no para discriminar a unos u otros.