ASÍ SON LOS DESAGRADECIDOS

«Es de bien nacidos ser agradecidos». Esto dice el refrán. Es muy placentero hacer a los demás sentirse bien para estar rodeados de personas más felices. Es una parte importante de la educación. Se dice que lo primero a aprender en cualquier idioma son cuatro cosas: Hola, por favor, lo siento y gracias.

Hola: No negar el saludo a nadie, el decir sé que estás ahí y te veo. Me gusta.

Por favor: Aún en el caso de cosas que otro tenga obligación de hacer se expresa dulzura, se anticipa el agradecimiento y se facilita que el otro tenga satisfacción al hacerlo.

Lo siento: Reconocer errores, y es universal cometerlos, quita la prepotencia, indica la voluntad de corrección, la humildad interpersonal que es pedir disculpas e, implícito, estar dispuesto a perdonar.

Gracias: También incluso en los casos que fuera obligación, como pasaba en el por favor, expresar que necesitamos a los demás, valoramos lo que hacen por nosotros, devolvemos reconocimiento y nos predisponemos a hacer algo a cambio, no a ser orgullosos.

Las personas ingratas no reconocen ni valoran lo que los demás hacen por ellas. Esas personas no solo no agradecen la ayuda recibida, sino que luego vuelven a pedir otro favor. Y así una y otra vez. Hasta que se convierte en la norma y obligación. Y el día que decidimos parar, porque nos están utilizando, nos echan en cara nuestra poca empatía, haciéndonos sentir culpables por no volver a ayudarles.

La gratitud es un sentimiento, una emoción, que experimentamos cuando somos objeto de acciones beneficiosas por parte de los demás. Pero también tiene un componente cognitivo, debemos ser capaces de apreciar. Apreciar el gesto que han tenido para con nosotros, apreciar sus efectos positivos y apreciar el esfuerzo o la intención del otro.

La apreciación es una habilidad que las personas ingratas no han desarrollado. Estas personas generan a menudo cierto sentimiento de culpabilidad. Nos preguntamos aquello de ¿pero por qué habré sido tan ingenuo como para haber hecho esto por esta persona? Pero no tenemos culpa, el problema está en ellos. La ingratitud tiene una serie de orígenes psicológicos muy concretos.

Los padres y madres cuando nos educan de pequeños suelen decirnos: “no hay nada peor en la vida que ser desagradecido”.

Al mismo tiempo intentan darnos todo lo que pueden, allanandonos el camino, suplir las carencias afectivas que podamos tener, siempre a cambio de nada. Se da por hecho que a los hijos hay que entregarles la vida entera se comporten como se comporten o no se es buen padre. Sin embargo hay que enseñarles a ganarse los privilegios, a que han de gratificar cada día lo que se les cuida, a participar en responsabilidades domésticas, a dar también ellos y no sólo recibir. No es dureza, es preparar adultos para el futuro y no niños grandes.

No es infrecuente que progenitores nos digan que malcriaron, consintieron y tuvieron a regalo a sus hijos. Pero muchos padres desconocen el Síndrome del Emperador, que aparte de factores genéticos y ambientales (la herencia,  el medio), es típico de padres que pueden dedicar poco tiempo a sus hijos y lo compensan dándoles todos los caprichos.

El síndrome del Emperador infantil se arrastra muchas veces a la vida adulta y como resultado, perdurará esa visión egocéntrica del mundo, asumir que los demás están obligados a satisfacer sus necesidades y deseos. Esa forma de comprender el mundo les impedirá experimentar la gratitud.

La gente desagradecida tiene poca empatía con los demás suelen también ser envidiosos y les cuesta expresar lo que verdaderamente les pasa. Hay posibilidad de revertir este tipo de comportamiento, es difícil, han de reconocer el problema y a veces se precisa terapia. En realidad, estas personas presentan múltiples carencias (emocionales y las referentes a las habilidades sociales) que pueden ser tratadas. No obstante, lo primero es conocer el origen de estas dinámicas:

  • Pensemos, por ejemplo, que diversas condiciones psicológicas como una depresión o un trastorno de ansiedad, puede hacer que no seamos tan sensibles o receptivos a los actos que los demás hacen por nosotros. No las vemos y no las apreciamos porque no estamos bien, en ese momento puntual de nuestras vidas.
  • Por otro lado, la ingratitud rasgo hace referencia a un comportamiento estable en el tiempo.

Si empiezas a notar estas conductas en personas que conoces y con las que tienes algún tipo de relación, inicia por separarte de estos individuos dañinos, tóxicos.

Sea porque seas familiar u/o amigo, estas personas están a la espera de tu ayuda. No son agradecidos, básicamente porque sienten que son merecedores de tu ayuda, ya se han ganado tu asistencia, creen que tu ayuda es lo mínimo que puedes darles de regreso.

Ahora, alerta, si una persona de estas en algún momento agradece, lo hará con fin de recriminarte su acción cada vez que estés con ella. Con este sentimiento y estas conductas, podrá hacerte sentir culpable en situaciones específicas.

Está probado que un individuo ingrato y desagradecido se volverá en contra de quien le sirvió y le ayudó. Necesariamente no tiene que violentarte de modo directo, simplemente hablará detrás de tu espalda, dirá que tú no ayudas, que él ha hecho todo el trabajo. Dice todo sin importar lo que tú has hecho por él.

Para ganar reconocimiento y generar lástima, dirá que tú eres el ser más horrible que existe sobre el Universo, tratará de conseguir simpatía de todos aquellos individuos que no pueden ayudar.  

Lo que no saben los desagradecidos es lo que pierden, porque Ser agradecidos hace ser más feliz

Como todo tiene consecuencias, este tipo de personas pueden padecer de ansiedad generalizada, baja autoestima, soledad, tendencia al estrés, y, definitivamente, malas relaciones con los demás.

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PENSANDO EN MI REY, MICHAEL JACKSON

Todos en la vida tenemos momentos felices y también otros muy duros de pasar. En ocasiones hablamos con alguien, nos desahogamos. Si perdemos los papeles, nos entra ansiedad, temblamos y lloramos indefensos, por un suceso muy desagradable y podemos tener reacciones diversas en nuestro confidente.

Me ocurrió cuando sufrí la estafa de mi tarjeta Visa en internet. Entraron los mensajes al teléfono, llamé para anular los cargos o anular la tarjeta o ni sé bien qué para intentar solucionarlo. Era por la tarde y mi pareja tenía previsto venir y quedarse a dormir como muchas otras veces. Yo apenas había acabado la llamada, que ni recuerdo, y había sacado el Licor 43 para ponerme un chupito, a ver si me tranquilizaba un poco.

Esperaba para no estar sola, porque mis perros me miraban como cuando se dan cuenta de que realmente te sientes mal. Sonó el videoportero y abrí sin ni hablar por el telefonillo. En cuanto estuvo en casa se sentó en el sofá a mi lado, con la cara muy seria. Me cogió la mano y yo me apoyé en su hombro para llorar. No era tanto por el dinero como por darme cuenta de la inmensidad de la red y la desnudez en materia de datos que hay. Era como estar al borde de un precipicio y a mí las alturas me dan mucho miedo.

A su entrada, entre sollozos, le había contado lo ocurrido. Tampoco recuerdo eso, ni lo que al día siguiente me dijo: «Estabas todo el rato repitiendo lo mismo, no entrabas en razón». Y es que se fue a su casa a dormir, poniendo de excusa que para trabajar el día siguiente necesitaba otra ropa diferente. Pero en el recibidor había dejado una bolsa al entrar, en la que llevaba todo lo necesario para quedarse la noche. Cómo me vio así la había dejado fuera del salón, no necesitaba entrarla más dentro de casa para lo que iba a hacer.

Allí me quedé llorando asombrada, abandonada. Al día siguiente le envié un WhatsApp diciendo teníamos que hablar de la coraza que se ponía ante las emociones tristes y tensas de los demás. ¿Qué creéis que respondió?

La respuesta era larguísima, curioso para alguien que está trabajando y no puede parar. Con mucho enfado que yo le había ofendido gravemente al decir que se ponía coraza, que me había atendido bien. Decía que yo repetía y repetía lo mismo y no había sido capaz de hacerme entrar en razón, porque al día siguiente se resolvería y no tenía importancia. Lo había pensado y me dejaba, porque si yo tenía tiempo de ir ayudando a la gente no era su caso: «Cuando salgo de trabajar sólo tengo tiempo para ser feliz».

Aquello que se solucionaba al día siguiente, según su versión, ha tardado un mes en estar solucionado por el banco tras varios trámites y porque he tenido suerte, podía no haberse solucionado, falta la parte judicial mas lenta y me he quedado sin pareja.

Está de moda no implicarse en los problemas de los demás. Te dicen lo que tú quieres oír, de preparar la convivencia, de estaremos siempre con este amor, más mentiras y no es que una sea tonta… Estás enamorada y te vendas los ojos para no ver la realidad.

Está de moda no dar la cara para cerrar algo que se ha abierto en persona y con proximidad. WhatsApp sirve para dejar relaciones serias (eso cree una) con un mensaje escrito y acto seguido, de una forma pueril, el bloqueo. Yo, que aún tengo gusto por el trato personalizado de sentarse a una mesa y dar la mano cuando vas a algún comercio u oficina. En la vida privada, que aún tiene que tener un trato mucho más cuidado y lleno de respeto, me encuentro con esto, que es una falta de educación, ética y mínima empatía tan grande como el Titanic.

He de decir que tengo buenas amistades, pero el teléfono móvil y sus redes sociales se han hecho dueños de nuestras vidas. Nos vemos mucho menos, se pierde en comunicación.

También antes mirabas a una persona a los ojos y tenías referencia de si era buena gente o no. Ahora, todo lo que se está perdiendo en calidad humana interna, se está mejorando en picardía, interpretación teatrera de falsedades, maldad. El siglo XXI y ya el final del XX han llevado a consumir personas igual que se consumen electrodomésticos o aparatos electrónicos. ¿Un problema en el televisor? Lo tiro y me compro otro. ¿La pareja tiene un traspiés y llora? La tiro y me busco otra. Muy triste forma de vivir que nos hace daño a quienes funcionamos con los principios y valores de nuestros padres: «Lo bueno es lo que dura», «si está triste llorando se queda uno hasta que esté mejor» y «las cosas hablándolas se entienden».

¿Sabéis que hice cuando me quedé abandonada sola esa noche de incomprensión y egoísmo? ¿Cuando por última vez vi a quien creía mi pareja para siempre?

Lo que hacía cuando era jovencita, escuchar música. Pero ahora me puse a ver DVD y Blu-ray de Conciertos de Michael Jackson. Todo lo que tengo de él en mi casa. Su extraordinaria amabilidad en This is it… esa es la idea de la educación, cariño en el trato, comprensión, que yo quisiera fueran lo habitual entre las personas.

Michael ensayaba una y mil veces, hasta que pareciera espontáneo todo lo que hacía: bailar como nadie, cantar como un ángel, ser el Rey, porque para mí los reyes se hacen por sus méritos, no nacen hijos de la nobleza monárquica. El artista que más ha donado para caridad de todos cuantos hay. Como no quería dar entrevistas la prensa le vapuleada a cambio. Fue incomprendido como persona por muchos, como persona de alta sensibilidad PAS (tenéis una entrada en el blog de ese tema), eso se veía sin necesidad de tests. Le ocurrió que ser especialmente brillante crea envidias y enemigos. Un impresentable de mi profesión, que me da vergüenza ajena, le mató, porque este mundo mandado por el dinero, valoraba que muerto se le sacaría más que vivo.

Recuerdo los dibujos animados de los Jackson Five, como siempre desde ese tiempo, ha estado en mi vida. Sin remedio necesitamos mitos, la realidad es demasiado cruda para llevarla sin música, sin arte, sin quienes subimos en nuestros pedestales, sin fallarnos nunca.

Da igual si me bloqueas en WhatsApp, sigo siendo muy valiosa porque sé amar, acompañar, he dedicado mi vida a cuidar profesionalmente a los demás y lo he hecho bastante bien. Soy yo quien se tiene que mirar al espejo del alma cada día y gustarme. Si eso hace que sea más fácil sufrir de vez en cuando también me gusta ayudar a la gente y comprenderla. Yo no huyo, yo sé compartir. Es lo que me gusta, me emociona y me ilusiona.

Quien me despidió con un WhatsApp, antes me había animado a publicar mi libro «Pasas como el azar». No está para verlo hecho realidad, para encontrar que alguna poesía está escrita para mi Rey, Michael Jackson. Normal, siempre ha estado y estará, porque demasiadas personas entran en nuestra vida y pasan como el azar… Michael no.