He escrito hoy una historia irreal, de otra galaxia mas de mi Universo. A Belial le gusta navegar en la red, casi seguro la leerá. Es inventada… aunque el podría decir que es verdadera. ¿Quién sabe…?
Daniel vivía una vida monótona, de casa a la fábrica y otra vez de vuelta a casa. No quería salir con su mujer si no era preciso, la compra y poco más. Veinte años habían cambiado la pasión del inicio por el hastío. Estaba bien con ella, que aceptaba con amor su dejadez en las cosas de casa, pues no colaborara en las tareas domésticas. Ella iba a la oficina y hacía todo en el hogar.
-Saco a Tom -dijo mientras ponía el collar al perro.
-No tardes, que la cena ya está -Su mujer no aprobaba con gusto ese desdén, la cena se enfriaría. Pero no protestaba.
Cuando Daniel volvió su mujer, en la cena, le comentó:
-Mañana vendrá una chica nueva a limpiar, Marga no se encuentra bien y la recomienda.
A el poco le importaba, hacía mucho que vegetaba, sin ilusión, a pesar del ascenso a gerente de meses atrás y el buen sueldo. Miró la televisión un rato, cualquier programa que eligiera su mujer, y después se fue a dormir. Siempre se acostaba antes y no se enteraba de cuando lo hacía ella, le era indiferente, ni recordaba los años que no tenían relaciones sexuales.
La tarde del día siguiente, cuando iba a tumbarse en el sofá, su mujer le pidió que recogiera en la salida del metro a la nueva chica. Como era extranjera no se aclaraba mucho con las paradas. Hacía mucho calor, Daniel estaba empapado de sudor, la muchacha se retrasaba. Una joven subió las escaleras y le miró con una sonrisa.
-¿Eres Daniel? Soy María- Los besos de educación y se dirigieron a la vivienda.
-¿De dónde eres?- preguntó Daniel.
Ella: -de Barsilen, vivo un año en tu país.
El acento hizo que Daniel fuera callado todo el camino, a la chica le costaba hablar en español tal vez.
Mientras María iba limpiando, de vez en cuando, Daniel la miraba. Su mujer le preguntaba de todo, la edad, cómo era que había venido al país, si tenía mucho trabajo, etc. Así supo que tenía 30 años, no tenía papeles y vivía en una habitación alquilada. Era muy bonita, estilizada pero de aspecto fuerte, con una sonrisa que iluminaba todo. Para sí pensó «vale la pena que venga a limpiar una chica así, tan guapa».
Después la acompañó hasta el metro. De vuelta a casa preguntó:
-Querida, ¿volverá está chica?
Su mujer: -Sólo la semana que viene, limpia mejor Marga. Ha dicho que vuelvas al metro por si se pierde.
Daniel, en su mundo siempre igual, sólo pensó que estaba bien volver a dar aquel paseo. No podía, con 50 y su barriguita, imaginar nada más allá. Los días grises son todos iguales, supervivencia, vegetar sin ser consciente del estancamiento.
Hasta que volvió a esperar en la boca de metro. Abrió bien los ojos ¡Uf, qué mujer salía con los brazos abiertos hacia el!
-Me gusta verte y limpiar tu casa- mientras le daba un fuerte abrazo que pegó a su cuerpo toda la silueta increíble de María.
-¿Tienes mi número? Por si necesitas algo en tu trabajo.
Daniel sacó su teléfono y lo memorizó en la agenda. No sabía si la joven se le estaba insinuando o era un espejismo imaginario.
Ella, al terminar de limpiar había pedido a su mujer que Daniel le acompañara al metro por si se perdía:
-Llévala hasta el metro y así sacas al perro de paso.
Caminaba a su lado en silencio, pensando que no la volvería a ver. Un pequeño roce entre las manos de los dos le movió todas las entrañas. Ojalá fuera más joven, ojalá tuviera esperanzas. María se despidió:
-Escríbeme, estoy sola aquí. Me gustan las personas de más edad, serios y amables como tú.
Era como si las canas no existieran y su peso se aligerara. Más alegre, con vida nueva entre sus piernas, soñador de pasiones. Los WhatsApp eran dulces, llenos de corazones, te quiero iba y venía, ella no decía más porque no sabía, el estaba loco por abrazarla. Más no se veían, entre el trabajo y hacer la misma vida de antes pasaba el tiempo.
-Tu siempre estás con el teléfono, y la chica que limpiaba está en línea cuando tú. Yo no soy tonta. ¿Os escribís?- Protestó su mujer, a lo que Daniel contestó con un grito
-¡No! ¡Si es una niña!
Pero era incómodo para un hombre como él, leal toda su vida, por la educación que había recibido, engañar a su mujer mintiendo. Antes de tener algo más con María necesitaba ser libre, deshacerse de aquel matrimonio que era una parálisis. Ardía por la joven y dormía en el hielo con su esposa.
Se armó de valor y habló con su mujer, aquello estaba muerto y lo mejor era separarse. Ella lloraba
-Tienes a alguien.
Y el negaba: -No hay nadie, quiero estar solo.
La esposa de Daniel se fue a casa de sus padres, destrozada por el desenlace inesperado de su vida con el hombre al que amaba. El quedó en aquel piso, con el perro. Tantos años sin hijos, tanto amor y al final la trampa de la inercia de la nada. Ahora estaba muy ilusionado, la joven María iba a su casa de vez en cuando.
-Eres bueno, yo tengo un problema, dame tiempo, tengo trauma- se sinceraba.
-Sólo me dejas abrazarte y cogerte la mano ¿ni un beso en los labios?- Se extrañaba el.
-Daniel, me violaron dos hombres de niña, me ataron a una silla. Tengo miedo del sexo, estoy enferma de eso. Poco a poco.
-Te amo, te cuidaré, puedo esperarte- decía el mientras el deseo quería abrirse camino entre su paciencia, más aquella chica le tenía cautivado, quería ayudar a que se recuperara, viendola tan frágil. No podía ser que ella renunciara a algo tan importante a esa edad temprana, la guiaría despacio a los entresijos del amor entre dos cuerpos.
Ella se ausentaba incomunicada varios días, con el teléfono apagado. Luego contaba que estaba perseguida por una mafia, tenía que pagar cada mes o la mataban, porque habían pagado su viaje y luego había huido desde otra ciudad a esta sin permiso del hombre malo. Pero la habían encontrado y no tenía trabajo suficiente. Lloraba mucho, enviaba fotos con cara muy triste.
-Yo limpio, yo trabajo lo que sea, pero no puta, eso nunca.
Daniel le hacía pequeñas transferencias bancarias. Todo por aquella inocente y maravillosa niña. Había que arreglar sus papeles, su problema, su vida entera y ganar su admiración, enamorarla.
-Quiero dormir contigo, necesito abrazos, cariño, te besaré en los labios, un poco.
Y el se sentía la ayuda necesaria para que no le ocurriera nada malo, la veía tan tierna como si se pudiera romper cual un cristal. Sus ojos eran los más limpios que había visto nunca. Preguntaba:
-María, ¿me amas?
Ella respondía:
-Te amo como nunca he amado, voy a curarme para tí, sólo para ti, quiero no tener trauma, pero tengo. Quiero estar contigo siempre y ser tuya del todo. Siempre contigo.
Otro día sonó el teléfono:
-La policía me ha pillado trabajando en la cocina de un restaurante. Tengo que pagar multa. Haz transferencia ya o me detienen.
Daniel abría la aplicación del banco y enviaba el coste de la multa.
-Sólo te tengo a tí, nadie más.- y le daba un piquito que era tan ligero y tan dulce como la miel.
-Esta noche duermo contigo ¿quieres?
El no quería dormir sino acariciar, besar, hacer temblar aquel cuerpo y estremecerse los dos en el clímax. Esa noche, despacio, el deslizó la mano y la puso sobre uno de sus pechos, firme, terso.
-Quieto, así ya está bien, ya es más, me cuesta, duerme así.
Frenarse era muy difícil, tener al lado a su amor y apenas tocarla, era un martirio, pero no podía hacer otra cosa que ser el hombre que ella nunca había tenido.
-¿Puedo ir a verte a tu casa? -dijo al teléfono Daniel. Si ella estaba enferma era lo lógico.
-No, imposible, me echarían a la calle, no puedo tener visitas y abajo están los hombres malos que quieren que pague. No quiero que te conozcan, por tu seguridad.
El exceso de miedo era asfixiante, tanto misterio, tanta hambre sexual insaciada además. Daniel pensaba que era por la diferencia de edad, su chica era muy joven, hermosa y el premio a la espera sería algo apoteósico. El se sentía más vital, intrigado y estimulado por la presencia y ausencia a la vez de su amada. La monotonía era un vago recuerdo. Su corazón latía ahora con fuerza.
Aquella tarde María se tumbó en el sofá donde Daniel estaba sentado. Iban a ver una película que no había visto en el cine, no podía pagarlo y el tenía televisión por cable. Las piernas de ella estaban encima de las de el. Tanto tiempo esperando ese acercamiento, el acariciaba despacio el pantalón de chándal, sobre los muslos. «No dice nada, esto va bien» pensó. Ella se movía muy poco, como si no se diera cuenta, pero en un momento le cogió la mano y se la metió dentro del pantalón, sobre el monte de Venus. Daniel llegó con su mano a la humedad, la puerta del paraíso, pero no entró por si aquel momento se cortaba por el trauma de siempre. Sus dedos tocaban los muslos, se volvían a acercar. Ella estaba más inquieta y Daniel con mucha suavidad movía la mano sobre su vulva, solamente acariciando el calor húmedo del lugar justo. Nunca antes había sido tan opuesto a su deseo de ser fuerte y viril, porque su cuerpo también pedía consumar. No creía que ese movimiento pudiera saciarla, aunque María respiraba más apresurada, girando su rostro para no cruzar los ojos con él. Se oyó un «Ay» en voz baja y empezó a jadear en el éxtasis femenino. Era tan diferente lo rápido que había estallado, con tan poco, que el se asombró de aquella sensibilidad extrema de la juventud. Es el momento de ir a la cama. Ya por fin iban a gozar de una noche sin fin. Pero ella se levantó, avergonzada dijo que se iba y aunque el llevó la mano de ella a su amor erguido, eso la puso más nerviosa aún.
-No me dejes así -suplicó Daniel.
Ella salió deprisa diciendo:
-Gracias, gracias, no puedo, no puedo.
Daniel vio aquello como egoísmo, aunque siempre estaba el fantasma del trauma en medio de cada intento.
Pasaron unos días, entre mensajes cariñosos y prometedores.
Sonó el teléfono y esta vez la llamada de María era grave:
-Me ha detenido la policía, estoy en el calabozo, me golpean, me tratan mal, hay más gente aquí, piden multa o me deportan.
No, no pueden hacer eso, no pueden llevársela ahora que por fin va a ser mía. Envió el dinero que pedía. Al día siguiente ella volvió a llamar:
-Piden más o me deportan.
Y Daniel desesperado:
-¿Dónde estás que voy?
– No, no, no vengas, paga y yo voy mañana si me dejan salir.
Daniel, mientras hablaba en esos instantes, la veía a lo lejos sentada en la terraza de un bar bebiendo una cerveza.
-Me tratan mal, no me escuchan, les digo que me mandan ya dinero.
El dolor de ver como era víctima de aquella sucia estafa, que todo era mentira, le desgarraba el alma. Entonces ella se levantó y el la siguió, como atraído por un imán. Cuando la vio entrar en un club de prostitutas, la herida era ya insoportable.
El día siguiente recibió una nueva llamada:
-Me han soltado ahora, me ducho y voy a verte, huelo mal del calabozo. Necesito un abrazo.
Cuando ella entró por la puerta había una pregunta candente:
-¿Porqué me has mentido? Te vi en una terraza y tu trauma es falso. Nunca me has dicho la verdad.
Ella insistía:
-No he mentido, me detuvo la policía. No la semana, sólo dos días. Perdoname, necesitaba dinero.
Daniel, con el rostro descompuesto, respondió -Me has estafado mucho dinero, no me has querido nunca. No sé qué clase de persona eres.
Con el rostro serio María sentenció:
-No volverás a verme nunca más, me voy para siempre. Ya no sabrás de mí porque no confías. Eres malo.
Daniel se quedó muy mal, pasaban los meses y no mejoraba su decadencia. Arrastraba los pies, apenas podía trabajar, la casa estaba sucia y desordenada.
En una feria esotérica, a la que acudió porque la fábrica era de esos productos especiales, se cruzó con una mujer que al verle le detuvo:
-Ven conmigo, necesito decirte algo que me dicen mis muertos. No te cobraré, es mi obligación.
Detrás de la cortina donde consultaba todo fue explicado:
-Buen hombre, una hija de Belial te hizo un amarre amoroso, vio en tí dinero y te quitó mucho. Se fue enfadada porque quería más y te puso encima una magia para ir llevándote a la muerte. Es mi karma encontrar a personas como tú y quitarles el mal que les han echado.
-¿Quién es Belial?- Daniel no entendía.
La anciana mujer explicó:
-Belial es un demonio poderoso que vaga por el mundo buscando a los más buenos o buenas. Cuando los encuentra les envía uno de sus hijos, para desesperar su alma y una vez quebrada, conquistarla. Has tratado con el mal puro que vive en este mundo, es el que nubló tu entendimiento, más tu alma está a salvo. No has sucumbido a la desesperación y no has acabado con tu vida, lo que Belial y sus hijos quieren.
Daniel reflexionó un instante:
-¿Entonces tengo que recuperar mi vida anterior? ¿Es ese el camino cuando me limpies? ¿Pedir a mi ex mujer que vuelva?
La mujer negó con la cabeza:
-Lo único verdadero es que, cuando te vio esa hija de Belial, tu vida no era vida. Has de seguir tu camino hacia delante, aprender y avanzar. El pasado al pasado. Hoy eres más sabio.
-¿Qué pasará con ella? -Dijo confuso entre la realidad y el recuerdo.
-Siempre irá haciendo lo que te hizo a tí, antes de empezar a envejecer la ambición la empujará a los propios brazos de su padre. Belial mata a sus hijos y engendra nuevos.