En la entrada anterior os hablaba de la llegada del pequeño Joda. El pollito agapornis ya no toma la papilla que le preparaba y le daba con una jeringuilla. Come normal solo.
Hace una semana él y la bonita Joss han volado por la casa juntos. Ya conviven los dos en la jaula grande y Joss se hizo la dura al principio. Joda es insistente, por eso ahora se llevan muy bien, los dos pegaditos demostrando lo que es un pico, con sus besos y arrumacos.
Da gusto vivir en una casa donde reina la paz y el amor.
El confinamiento para muchos ha sido un martirio porque ha separado parejas. El mío ha sido una luna de miel, con días de ansiedad ya casi olvidados. Queda el poso, para siempre, de haber consolidado más aún nuestra relación de pareja.
Son tan bellos los pasos comunes, los ojos que te miran y miras con tanta ternura. El deseo de cuidar, el sentirse cuidada. El amor es un abrazo eterno, el infinito del alma, el centro de la felicidad, la confianza, el respeto.
La magia existe dentro de los corazones que se encuentran y se unen para adorarse, admirarse, emocionarse a la vez; para crear un mundo que es tú y yo, al lado del otro mundo que son todos los demás.
Quien no ha vivido eso ni remotamente lo imagina. Es lo contrario del egoísmo, del miedo, de la exigencia. Sé que estando a mi lado creces y yo también crezco, más ni te pongo pegas ni tú a mí, nos cogemos de la mano y todo lo que surge es mejor y espontáneo.
Todo es más fácil porque estás y eres el centro de mi vida. Eres mi hogar, vayamos a donde vayamos. Que nadie me diga que convivir es difícil, pues lo difícil es pensar que no estuvieras cuando miro como duermes a mi lado.
Las últimas entradas han sido casi todas de educación sanitaria sobre el nuevo coronavirus que nos trae de cabeza al mundo entero.
Hoy os cuento una reflexión. Porque este confinamiento ha dado tiempo para reordenar en parte nuestras vidas. Unas veces para bien y otras para mal, mucho varían las gentes entre sí.
Creo que todos hemos valorado más la importancia que tiene nuestro hogar y las comodidades dentro de él. Hemos pensado en quienes estaban muy cómodos en grandes casas con jardín, piscina, etc. y en los que estaban hacinados en viviendas pequeñas y algunas insalubres.
Yo me he sentido bien en casa, de 2 personas en un piso de 90 metros, con balcón al exterior, donde da el sol, y patio interior. La televisión por cable se ha hecho más amiga que nunca, con la amplia oferta de películas y series. Tiempo para jugar online y de redes sociales. Tiempo para leer y para pensar.
También para analizar el comportamiento de la población y animarse a cumplir las normas que el gobierno de España nos ha ido dando. Siempre desde la opinión personal crítica que nunca coincide del todo, como en el tipo de mascarillas a usar, bien lo sabéis. Pero arrimando el hombro con la lógica del civismo en tiempos de pandemia, con la consciencia de la necesidad del estado de alarma y siguiendo los hashtag #yoapoyoalgobierno y #yomequedoencasa.
Desde niña he tenido pajaritos en casa. Los periquitos son incontables. En octubre del año pasado murió el abuelo, así le llamábamos, porque vivió más que ninguno antes, 13 años llenos de vitalidad hasta su final. Fumador pasivo porque mis pájaros viven en el salón, al lado del balcón.
Decidí cambiar de pájaro, una psitácida diferente. Adoro a estos animales tan inteligentes. Compré un agapornis que heredó la jaula.
En este largo tiempo en casa he mirado mucho esa jaula. No está sexado (hace falta un análisis de sangre) pero por la anchura de la pelvis parecía hembra. Se llama Joss, nombre que significa campeón o campeona.
Ella piaba, cantaba, aparentemente feliz. Pero no podía volar. Tras mucho observar me fui a leer sobre los agapornis. Encontré que son las primeras psitácidas que, aún siendo pequeñas, se consideran ya loros. Esto implica que necesitan jaulas de tamaño más grande, como las ninfas, cotorras o yacos.
Ella siempre vive confinada. No 2 meses, que han hecho a más de una persona desquiciarse creyendo que había una perversión de quitarnos derechos donde lo que hay es voluntad de preservar nuestra salud y vida.
Vistas las medidas necesarias compré la jaula en Amazon, porque las tiendas de mascotas sólo vendían comida para nuestros compañeros de viaje. Lo demás por internet.
Joss se quedó estupefacta. No dejó un rincón sin inspeccionar y aún sigue midiéndose las distancias, mucho más alegre. Además la jaula se puede abrir por arriba y dejarla estar ahí libre, sin rejas.
¿Sabéis qué significa agapornis? Inseparable. Son pájaros cariñosos al máximo. Este lunes pasado nuestra Comunidad Autónoma entró en la fase 1 de desescalada y con ella por fin abrió la tienda de mascotas.
Un «inseparable» necesita compañía. Había hecho muchas cosas mal con Joss, que no fuera feliz sin enterarme, desde que entró en la familia.
Ayer fui a por un pollito, un agapornis papillero al que tengo que alimentar con una jeringa. Su jaulita al lado de la de Joss.
El pollito no puede aún subir al palito, me dijeron. Pues nada más poner las jaulas juntas el papillero subió al palito y Joss no se separa de estar lo más próxima que puede al pollito.
El pequeño se llama Joda porque es verde y recuerda al pequeño Joda de la serie Mandalorian. Tiene una vitalidad desbordante, va por los alambres de su jaula, se mira en el espejo que tiene, arregla sus plumas (aún le faltan algunas), aletea que no vuela, claro.
Lo interesante es que tiene aproximadamente mes y medio, ha nacido durante esta pandemia y su confinamiento, a principio de abril. Qué maravilla ver cómo, a pesar de nuestros nervios, nuestras inquietudes, miedos, la vida sigue abriéndose paso.
También habrán nacido miles de niños, miles de esperanzas y sueños para un mundo mejor, para un mundo lleno de vida y solidaridad, cariño, equilibrio natural y bondad.
Hay una terrible crisis económica con un único culpable, el SARScov-2. Si la vida se abre paso con fuerza siempre, a pesar de enfermedades, cambio climático, desastres, seamos humanos y logremos un mundo justo global donde no haya nadie sin comida, agua potable y vivienda. Salarios dignos, más redistribución de la riqueza, menos sinvergüenzas, menos piedras en el camino puestas por otro.
Un mundo respetuoso y digno para todos es posible, que pueda enfrentarse a las próximas adversidades mejor que a esta. Porque siempre habrá egoístas, se les ve donde están, pero que no puedan estropear más es misión de todos los sensatos y moderados.